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Relatos con sentimiento

Fábrica de sueños

AutorEnrique

Fecha19 de octubre de 2006

Paco y Antonio eran dos vecinos del granadinísimo barrio de El Realejo. Se habían criado juntos, ido al mismo colegio, y se conocían de siempre, eran, por lo tanto, lo que se llama "amigos de toda la vida". El primero vivía en la Puerta del Sol, casado y sin hijos. El segundo en la mismísima calle Molinos, igualmente casado aunque, en este caso, con un hijo, Antoñito.

Un domingo de un caluroso mes de agosto se encontraban ambos desayunando, como hacían de siempre, en el Bar del Sota en la plaza del barrio, cuando apareció Cecilio, amigo de ambos y que emigró a Barcelona hace bastante tiempo, y que todos los años, por esta época, se daba una vuelta por su tierra a saludar a familiares y amigos.

Al verlos se sentó junto a ellos, y tras los saludos e invitaciones de rigor, les propuso a los dos el irse a trabajar con él a Barcelona, a la fábrica Seat de la que era empleado. Les contó las maravillas de la ciudad, la bondad del trabajo, y el salto de la calidad de vida que iban a experimentar, incluso se comprometió a buscarles alojamiento. Les relató cómo a él la vida le sonreía constantemente y, como muestra de ello, les invitó a tomar unas cervezas y unas tapas de bacalao en la Pajuana, a la entrada de la Quinta, a bordo del reluciente 1.500 que tenía aparcado en la puerta.

Durante el trayecto no dejó de contarles alabanzas y bondades de la nueva etapa que les esperaba, y que estaba seguro de que iban a aceptar. En resumen, les puso la vida de color tan de rosa que a los dos se les pusieron los "ojos de bolilla". Decidieron entonces darse unos días de respiro para estudiar detenidamente la oferta y, lo que es más importante, comentarlo con sus respectivas esposas. Quedaron citados, seguidamente, en el Bar del Sota, el próximo domingo a la misma hora, por lo que tendrían toda una semana para sopesar todos los pros y contras y en definitiva para contestar.

Pasado el tiempo establecido, el primero en llegar al lugar convenido fue Cecilio, y mientras mojaba sus tejeringos en el café y ojeaba el diario Patria (siempre le había gustado más que el Ideal porque hablaba más del Granada C.F.), aparecieron los dos amigos, con caras de circunstancias.

Un tanto alarmado les preguntó rápidamente:

  • ¿Qué os pasa hombres?
  • Nada, no nos pasa nada. Contestaron prácticamente al unísono.
  • Es que es un paso muy importante el que vamos a dar, comentaron a dúo, pero en fin, Cecilio que nos vamos a Barcelona, le comunicaron con voz queda.
  • ¡¡Venga hombre, animar esas caras que seguro que dentro de poco os alegraréis mucho. Me habéis asustado al veros tan tristes!!
  • Compréndelo..., es que una decisión como esta no se toma a la ligera.
  • Lo dicho, no os preocupéis más, que yo me ocupo de todo. ¡¡Camarero, dos cafés y dos tostadas para mis amigos, y dime que te debo!!

Una vez desayunados, y bien sea porque las cosas con el estómago lleno se ven de otra forma, o porque Cecilio no paraba de contarles excelencias de la vida que les esperaba, lo cierto es que los dos amigos se encontraban mucho más reconfortados. Finalmente convinieron que Cecilio, a la vuelta de sus vacaciones y una vez en Barcelona, se encargaría de las gestiones del trabajo y alojamiento, y sin pérdida de tiempo, los llamaría para que emprendieran el ansiado viaje.

Dicho y hecho. No había concluido la primera semana de septiembre cuando recibieron la llamada de Cecilio. No sólo les había conseguido un puesto en la cadena de montaje de la factoría Seat en la Zona Franca de Barcelona, sino que, igualmente, les encontró sendos pisos en el populoso barrio del Poble Nou. Los acontecimientos se precipitaban, y a los tres días ambas familias eran recibidas por Cecilio en la estación del ferrocarril de Sans, a las que acompañó a sus nuevas casas. Días posteriores, los presentó en su puesto de trabajo en la fábrica de automóviles. Realmente, Cecilio, no sólo se portó como un verdadero amigo, sino más bien como un auténtico hermano. Empezaba para Paco, Antonio y sus familias una nueva vida, que encaraban con toda la esperanza del mundo.

El tiempo más que pasar volaba. Lo cierto es que se adaptaron muy bien a su nueva vida y excepto la nostalgia de su tierra, y la morriña por su gente, se encontraban perfectamente integrados en la vida catalana. Antoñito, que se había hecho un hombre, y al que llamaban Toni, también había entrado a trabajar en la Seat, y dado que rozaba ya la veintena, empezó a intimar con una chica del lugar llamada Nuria.

Una noche en casa de Nuria, presenciando la final de un concurso televisivo que buscaba nuevos talentos para la canción, se fijaron en la ganadora, una simpática joven granadina, llamada Rosa, que se ganó al público de toda España, con su humildad, simpatía y naturalidad, aparte de las portentosas condiciones que mostraba. Hablando con el presentador, la muchacha derramaba simpatía y acento "granaíno" para dar y tomar. Entonces el Sr. Enric, padre de Nuria dijo:

  • Mira Toni, habla exactamente igual que tú, incluso utiliza tus mismas frases. ¡¡Qué alegría de acento!!, manifestación que corroboró la Sra. Àngels, a la sazón la madre, asintiendo con la cabeza.

Aquello llamó su atención poderosamente. Hasta entonces, Toni procuraba disimular su acento, y antes de hablar buscaba en su vocabulario para no utilizar frases o giros que denotaran su origen andaluz. A partir de ahora no sólo no tenía que reprimirse de hablar como hablaba, sino que tenía que sentirse orgulloso de hacerlo así, y a partir de entonces, al ver como el lenguaje de Rosa era admitido, e incluso admirado por todos, gracias a ella se prometió a sí mismo abandonar su timidez y dar rienda suelta a su manera de hablar.

Al llegar aquella noche a su casa se encontró con que su madre Angustias, estaba en casa de una vecina paisana celebrando el triunfo de Rosa, mientras que su padre lo recibió con los ojos brillantes por el mismo motivo. Al preguntarle el por qué se encontraba así, éste le respondió:

  • Mira hijo, cuando un "granaíno" gana, no sólo gana él, sino que gana "toa Graná" y tos nosotros.

Era el segundo mensaje que recibía en la noche, y que, en el futuro, mantendría a sangre y fuego.

A todo esto nuestros amigos, como no, eran aficionados, y de los buenos, al fútbol. Paco era seguidor acérrimo de un equipo que viste de blanco de la capital de España, y allí estaba como quien dice "en la boca del lobo", pero cuando los resultados acompañaban, y en aquellos momentos lo hacían, sacaba más pecho que nadie, y no había quién le "mojara la oreja", máxime al saber que Paco era un hombre, tan excelente persona como trabajador, pero tremendamente vehemente en sus argumentos. En los buenos tiempos de su equipo, y pese a estar en campo contrario, los tenía a todos literalmente a raya.

Por el contrario, Antonio era aficionado desde chico al GRANADA C.F., y el pobre, más que le pesara, nunca podía alardear de equipo habidas cuentas de las penurias, tanto deportivas como económicas, como pasaba el club de sus amores. Su hijo Toni, como decíamos antes, apenas si se pronunciaba a este respecto, aunque muy en el fondo de su alma, le gustaba el GRANADA C.F., aunque no hiciera ostentación de ello.

Ciertamente que con su humildad, a los compañeros les caía mejor Antonio que Paco, y siempre animaban al primero diciéndole que el GRANADA C.F. siempre había sido un club histórico, y que algún día, no se sabe cuando, volvería por sus fueros, y el pobre hombre vivía permanentemente instalado en esta esperanza.

Pero por esas cosas del fútbol, en una de esas las tornas cambiaron, y lo que hasta entonces había sido blanco, se tornó en todo lo contrario, y el lunes siguiente a la finalización del Campeonato de Liga, todos esperaban a Paco para hacerle el "blanco" de todas sus cargas y burlas. Unos silbaban con sorna el himno de su equipo. Otros, por el contrario, tarareaban el del suyo propio que decía aquello de "tot el camp, és un clam..........". Al llegar a la fábrica los tres granadinos, todos se fueron a buscar a Paco, que venía como un auténtico jabato dispuesto a aguantar el tirón, pero sin descomponer un ápice la figura. Lo descrito fue poco para lo que tuvo que apechugar aquel hombre esa mañana. Sin embargo, a pocos pasos de donde un auténtico corro humano se despachaba a gusto con Paco, un compañero preguntó a Antonio, por su GRANADA. Antes de que pudiera contestar, saltó Toni como un tigre y le contestó, casi a voces:

  • ¡¡¡ HEMOS ASCENDÍO, HEMOS ASCENDÍO. EL GRANÁ HA SUBÍO !!!

Todos se volvieron hacia ellos y, por un momento, se olvidaron de Paco:

  • Venga un abrazo hombres, que os lo lleváis mereciendo desde hace años.
  • Así se hace. Campeones.
  • Sí señor, como debe de ser, y se lo tenían callados.

Así uno a uno fueron desgranando frases de elogio hacia los seguidores del GRANADA C.F., que no hacían sino engrandecer, más aún si cabe, el ya de por sí engrandecido corazón de los dos.

Fue tal el tumulto que se formó, por uno u otro motivo, que acertó a pasar por allí el jefe de planta, y al ver lo que ocurría con gesto serio les gritó a todos:

  • ¿Qué pasa aquí? ¿Es que hoy no trabaja nadie?. ¡¡Venga, todo el mundo a su sitio!!.

Al momento todos se fueron marchando, entre risas, hacia su punto de trabajo.

Al pasar junto a Toni y su padre les dijo, mientras les guiñaba un ojo:

  • Felicitats Toni, per molts anys, ja m'he assabentat que ha ascendit. Aviat el veurem en el Camp Nou.
    (Felicidades Toni. Enhorabuena, ya me he enterado que habéis ascendido. Pronto os veremos en el Camp Nou).

Gracias, Sr. Joan. Muchas gracias, y no le quepa la menor duda.

Su padre, que había presenciado la escena a escasa distancia, no podía sentirse más orgulloso de su hijo, y con cierto disimulo, sacó un pañuelo del bolsillo del mono de trabajo y se secó las lágrimas.

FIN

Como suele decirse en estos casos, este relato es fruto de la imaginación del autor, y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

YO ME LLEVÉ UN RUISEÑOR

A VIVIR LEJOS DE ESPAÑA

Y DE MÍ APRENDIÓ A DECIR

QUIERO VIVIR EN GRANADA.


Mi pequeño, modesto, sencillo, humilde y personal homenaje a la Peña de Barcelona de reciente constitución.


 
 
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